HISTORIA
La localidad de Trocóniz, según da noticia Pascual Madoz, estaba situada en un llano, a la falda de un alto sobre el que estaba construida la iglesia parroquial. Gozaba de un clima templado y saludable. El término jurisdiccional de Tróconiz limitaba por aquella época, al norte, con Andollu y Villafranca; al este, con Añúa; al oeste, otra vez con Andollu, y, al sur, con los montes de Izarza. A mediados del siglo XIX contaba con un plano urbano integrado por doce casas e insistía Madoz sobre la presencia de un palacio antiguo con torre, un bonito oratorio y un pozo de buenas aguas. Dentro de los límites jurisdiccionales de Trocóniz se situaban los montes de Lalauria, poblados de hayas, robles y matas bajas. Desde un punto de visa agrícola, el terreno era de buena calidad y se enriquecía al verse bañado por un riachuelo procedente del pueblo de Izarza. También existía una dehesa con robles y excelentes pastos. Tiene una buena fuente a seis minutos de distancia del casco del pueblo.
Trocóniz aparece referida en el documento de la Reja de San Millán y en la carta del obispo don Jerónimo Aznar de 1257. Esta localidad pertenecía al partido judicial de Salvatierra distando dos leguas tanto de Salvatierra como de Vitoria y al ayuntamiento de Iruráiz. El Licenciado Martín Gil atribuía a Trocóniz en su Visita Pastoral de 1556 la cuantía poblacional de veinticuatro vecinos además de advertir que estaba inserta en los dominios señoriales del Duque del Infantado. Navagiero decía en 1528 que muchos “de los lugares son del Duque del Infantado, que tiene, según dicen, por vasallos aquí más de cinco mil vecinos, y los demás pueblos son de otros señores”. En el viaje europeo de 1777 de José Viera y Clavijo, al salir por Álava, afirmaba que salieron a cumplimentarle “varias diputaciones del Solar de la Torre de Mendoza, y de los pueblos llamados de las seis hermandades, como vasallos del Estado del Infantado”. La iglesia parroquial de la localidad, servida por cinco beneficiados, se llama de San Vicente. El número de sacerdotes adscritos a una iglesia se concretaba en base a la capacidad de ésta, es decir, de las rentas que ingresaba cada parroquia. A partir de tales ingresos se definía el número de beneficiarios a ración entera (esto es, que podían mantenerse decorosamente con parte de los ingresos de la parroquial) o de media ración (plazas que, evidentemente, tenían que auxiliar con ingresos provenientes de fuentes no parroquiales). A mediados del siglo XIX, el número de beneficiados de este templo se reducía a uno. Ahora bien, en el recuento ordenado en 1570 por el Duque del Infantado con motivo del alistamiento de hombres para luchar contra los moriscos sublevados de Granada, ya se aprecia un rápido decrecimiento ya que nos habla de la existencia de veintiún vecinos.
En la relación de los testimonios imprescindibles para confirmar la nobleza y así ingresar en la Orden de Santiago, en 1655, por Pedro López de San Román, los informadores se encontraron con el escollo de que una gran parte de los posibles testigos necesitaron de intérpretes para hacer sus declaraciones. El idioma natural de la mayor parte de la población seguía siendo a mediados del siglo XVII el euskera. En Trocóniz, aquel mismo año, se informaba de que todos los vecinos hablaban “bascongado”.
El Censo de Floridablanca de 1786 nos muestra cómo a finales de la Edad Moderna el descenso poblacional era la constante. Solamente aparecían reflejados dieciséis vecinos. Según los datos ofrecidos por Pascual Madoz, a mediados del XIX, en Trocóniz vivían un pequeño grupo de once vecinos. Esta línea constante de decaimiento se mantuvo durante el siglo XX. Así, según el censo de 1970, Trocóniz contaba con solamente nueve vecinos.
Desde un prisma económico bien sabemos que la principal actividad que se daba en Trocóniz era la de la explotación agrícola. Los labradores de esta localidad se dedicaban con esmero a producir trigo, maíz, cebada, avena, patatas, habas, lentejas y menunciales. Contaban con una cría de ganado vacuno, caballar, de cerda, lanar y cabrío más bien escasa pero que aprovechaba los montes y comunales cercanos. En su territorio, tanto en su término como en sus montes, se cazaban lobos, zorros, liebres, perdices y codornices. Igualmente los vecinos se aprovechaban de la pesca de cangrejos y pececillos. Las necesidades de los vecinos de Trocóniz hicieron necesario la presencia de un molino harinero con dos piedras. La reducida cría de caballos y de ganado vacuno se acompañaba de la principal actividad productiva de esta zona: la explotación cerealística. A pesar de los índices positivos de principios del siglo XVI, la realidad es que la mayoría de los pequeños propietarios alcanzaban unos rendimientos productivos muy limitados. Tal era así que, con gran frecuencia, sobrepasaban con dificultad los niveles de subsistencia. A pesar de la presencia de un Arca de Misericordia, destinada a resolver los problemas de abastecimiento y, sobre todo, de la guarda de grano para la siembra, frecuentemente los agricultores de Trocóniz se veían obligados a tener que entrar en la llamada “espiral del crédito”, es decir, a pedir préstamos pecuniarios o en especie para mantener sus pequeñas haciendas. Habitualmente, una de las soluciones más manidas desde el siglo XVI hasta el XIX se concretó en la fundación, con ayuda de particulares, de un Arca de Misericordia donde los vecinos de estas localidades iban incluyendo pequeñas porciones de trigo a fin de poder utilizarlas cuando se produjesen malas cosechas o catástrofes naturales.
La relevancia de estos montes y bosques radicaba fundamentalmente en que, con el paso del tiempo, se fueron convirtiendo en la principal reserva de riqueza para hacer frente a los problemas financieros que, puntualmente, iban apareciendo en unas economías tan precarias. Ahora bien, en ocasiones, ni estos recursos servían para afrontar las dificultades económicas que se les avecinaban. A mediados del siglo XVI, entre 1550 y 1551, los tribunales de la Real Chancillería de Valladolid tuvieron en sus mesas un pleito derivado de la aplicación de una Real Ejecutoria sobre la jurisdicción de pastos en los montes de “LabricoBasoa” promovido por los concejos de Eguileta, Trocóniz y Añúa contra Pedro de Gauna, Señor de la Casa de Arraya.
El aprovechamiento de montes y bosques se presentaba como un recurso básico en el equilibrio de estas economías de subsistencia. Por todo ello, la principal preocupación de las autoridades locales consistía en la defensa a ultranza de cualquier problema que se pudiese producir en estos terrenos comunales. Andrea Navagiero en su viaje por España y Francia en 1528, después de bucolizar la imagen de Álava, afirmaba que “cada uno de los lugares que se ven desde Vittoria tiene su monte de encinas, que es común a todos los vecinos, y cortan la leña con medida para que cada cual tenga lo que le toca y no más: los árboles son muy iguales ... y parecen, no encinas, sino naranjos cultivados en un jardín, lo cual, además de ser útil, hace que el país sea bellísimo, y no parezca lleno de bosques sino de jardines”. Los problemas sobre abusos cometidos contra los montes y bosques comunales de Trocóniz y otras localidades se presentan como uno de los problemas o circunstancias más comunes en estos pueblos. A fin de evitar algunas de estas penosas y costosas disputas, las localidades intentaban definir cuáles los espacios de aprovechamiento comunal que correspondían a cada pueblo usufructuario. Las tierras comunales y los montes servían expresamente para financiar, siempre con ciertas dificultades, las necesidades de la enseñanza primaria en estas pequeñas localidades de la Llanada alavesa. Igualmente, los recursos forestales de los montes comunes de Trocóniz sirvieron durante varios siglos para financiar los gastos provenientes del reparo de los puentes y del camino del molino.
Trocóniz tiene una iglesia parroquial bajo la advocación de San Vicente Mártir. El pórtico está formado por dos arcos de medio punto. Igualmente la portada es un arco de medio punto con moldura corrida y puerta con buenos herrajes del siglo XVI. La fábrica exterior denuncia su primitiva estructura medieval debido al ábside, a un ventanal tapiado y a una ventana pequeña. La fábrica interior es de planta de cruz latina, crucero, dos capillas laterales y dos tramos de nave. La fábrica del templo es de finales del siglo XV. En su interior se halla, en la parte alta, el escudo de los Trocóniz con una larga inscripción de fácil lectura. Al fondo de la capilla de la derecha aparece un arco sepulcral en cuyo interior, además de la inscripción, estaba la tumba de madera con aldabones de hierro de los Trocóniz.
El retablo, la Biblia de todos los oficios religiosos, el centro de las miradas de los feligreses, el espejo de la riqueza o de la austeridad de una u otra comunidad se presenta como uno de los ornamentos más relevantes de estas pequeñas iglesias. El retablo mayor está rehecho con elementos romanistas y barrocos dieciochescos. En la capilla de la derecha, que fue de los Trocóniz, es muy interesante el retablo de Nuestra Señora del Rosario del siglo XVII.
BIOGRAFÍA
GONZÁLEZ DE TROCÓNIZ, Julián (Siglos XVI-XVII): Mercader
Julián y su esposa, doña Francisca de Eguíluz, ejecutaron la fundación de la capilla con su arco sepulcral y una capellanía en 1626. Comerciante asentado en Vitoria durante el siglo XVII y familiar del Santo Oficio.
LÓPEZ DE ALEGRÍA, Domingo (Siglos XVII-XVIII): Alcalde de Hermandad.
Natural de Trocóniz. En las Juntas Generales celebradas en Vitoria el 9 de septiembre de 1719 se le confirmó en su empleo de Alcalde de la Hermandad de Iruraiz.
Apartado documental: fuentes de archivo y bibliografía.
BIBLIOGRAFÍA
MADOZ, Pascual: Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus Posesiones de Ultramar. Madrid, 1845-1850.
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FUENTES DE ARCHIVO
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AHPA. Domingo Díaz de Arcaya Acilu. Protocolo nº 761. 1731. Fol. 75.
(A)rchivo de la (R)eal (CH)ancillería de (V)alladolid. Pleitos Civiles.
Escribanía Alonso Rodriguez. Caja nº 705/4.
(A)ctas de (J)untas (G)enerales de (Á)lava. Libro nº 27. Fol. 121v