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APARTADO HISTÓRICO-BIOGRÁFICO

Apartado histórico-artístico

La localidad alavesa de Alaitza está situada en una hondonada, a la falda norte  de los montes de Iturrieta. A juicio del siempre inquisitivo Pascual Madoz Alaiza contaba con un clima húmero aunque, al mismo tiempo, estimado como sano. Alaitza se encontraba rodeada en aquella época por los municipios de Salvatierra, al norte; Onraita, al este; Langarika, al sur, y, Eguíleor, al oeste. Esta localidad estaba bañada por dos arroyos que bajan de la sierra inmediata y se dirigían al molino de Gaceo, en cuyo tránsito existían dos puentes de piedra. De estos dos arroyos citados se originaba el río con más caudal y más longitud de Álava llamado Zadorra.

Micaela Portilla, al concretar la localización de Alaita, subraya su situación en el borde oriental de la Llanada, en la vertiente septentrional de la sierra de Iturrieta y próxima a los pasos de San Juan y Guereñu (por los que se descendía a la Llanada desde los antes llamados “Caminos de Valencianos, Aragoneses y Castellanos al Puerto de San Sebastián y Francia”). En cierta medida, la posición de Alaiza le convertía a este pueblo en un beneficiario de la red de caminos de la zona oriental de Álava. Alaiza estuvo poblado desde la Alta Edad Media. El apellido toponímico “Alaiza” puede documentarse en diversos documentos del siglo XI (de 1071 y 1085) como lo refleja Eximino Beílaz de Alaiza. Integrada, en cuanto a la administración eclesiástica, en el Arciprestazgo de Eguílaz, aparece esta localidad en la carta del obispo Aznar de 1257. Navagiero decía en 1528 que muchos “de los lugares son del Duque del Infantado, que tiene, según dicen, por vasallos aquí más de cinco mil vecinos, y los demás pueblos son de otros señores”. En el viaje europeo de 1777 de José Viera y Clavijo, al salir por Álava, afirmaba que salieron a cumplimentarle “varias diputaciones del Solar de la Torre de Mendoza, y de los pueblos llamados de las seis hermandades, como vasallos del Estado del Infantado”.

Alaitza pertenecía al partido judicial de Salvatierra donde sus vecinos acudían a resolver sus problemas judiciales y arreglar los correspondientes papeleos. Los no muy frecuentes casos de violencia y robo se juzgaban en primera instancia en Salvatierra y, en apelación, pasaban a los tribunales superiores de Valladolid. El Consejo de Castilla, en grado de apelación, investigó sobre las causas de la muerte de Juan Francisco Ruiz de Eguino y la acusación de asesinato vertida contra un vecino de Alaiza, Juan Ruiz de Gordoa entre 1730 y 1735. Pertenecía a la hermandad como al ayuntamiento de Iruraiz. A mediados del siglo XIX, los gastos de la escuela de primeras letras (a la que asistían unos doce niños) se financiaban con retribuciones y auxilios del concejo. Por estas mismas fechas sabemos que contaba con un plano urbano integrado por una veintena de casas, a juicio de Madoz, medianamente cómodas. Se trata de una zona donde el uso del euskera se mantuvo frente al generalizado avance del castellano. En la relación de los testimonios imprescindibles para confirmar la nobleza y así ingresar en la Orden de Santiago, en 1655, por Pedro López de San Román, los informadores se encontraron con el escollo de que una gran parte de los posibles testigos necesitaron de intérpretes para hacer sus declaraciones. El idioma natural de la mayor parte de la población seguía siendo a mediados del siglo XVII el euskera. En Alaiza, por ejemplo, el 3 de octubre de 1655, se contabilizaba la existencia de pocas personas capaces de desenvolverse correctamente en la lengua castellana, solo pudieron tomar un testimonio sin contar con el pertinente intérprete.

 De Alaitza afirmaba el Licenciado Martín Gil en su Visita Pastoral de 1556 que contaba con un nutrido grupo de veinte vecinos. A mediados del siglo XVI, su iglesia parroquial estaba servida por tres beneficiados, aunque en el pueblo no había ermita, cofradía ni hospital. El número de sacerdotes adscritos a una iglesia se concretaba en base a la capacidad de ésta, es decir, de las rentas que ingresaba cada parroquia. A partir de tales ingresos se definía el número de beneficiarios a ración entera (esto es, que podían mantenerse decorosamente con parte de los ingresos de la parroquial) o de media ración. En el recuento poblacional de 1570 convocado a instancias del Duque del Infantado a fin de reclutar tropas que luchasen contra la sublevación de los moriscos granadinos se registraba la presencia de veinticuatro hombres aptos para el servicio de las armas, entre veinticinco y cuarenta y cinco años de edad. A inicios del siglo XVIII se notaba un claro descenso del peso demográfico de Alaiza ya que, en 1709, el número de vecinos pagadores descendió a dieciséis vecinos.

A mediados del XVIII, en 1763, volvemos a encontrar otra vez una veintena de vecinos. Durante el siglo XIV encontramos, a pesar de la influencia de los diversos conflictos militares que se desenvolvieron en Álava, una pauta de mantenimiento del volumen de vecinos en esta localidad. A principios del siglo XIX se contabilizaban veintitrés vecinos (ciento diez habitantes); a mediados de esta centuria veintisiete vecinos y, según el censo de 1888, a finales del siglo un contingente de setenta y cuatro habitantes. Este descenso poblacional de finales del siglo XIX se mantuvo hasta mediados del siglo XX aunque, según las informaciones derivadas del censo de 1970, en la segunda mitad del siglo XX se han vuelto a enfrentar a un nuevo descenso que les ha llevado a contar con una población que ronda las cuarenta personas.

Decía Madoz que en Alaiza se encontraba una fuente de excelente agua y, en  contraste con ello, afirmaba que el terreno, en general, mostraba rasgos cenagosos. Los caminos que le comunicaban a mediados del siglo XIX con los pueblos cercanos eran regulares en verano y penosos en invierno. Desde un prisma económico, la producción básica de esta localidad se concretaba en la agricultura. La producción era múltiple en especies como trigo, cebada, avena, yero, rica, lenteja, habas, maíz o patatas. En Alaiza, algunos labradores criaban ganado vacuno, caballar o de cerda. Igualmente, recordaba Madoz que sus términos jurisdiccionales resultaban ricos y apropiados para la caza de codornices, perdices, liebres o vecadas. Y, sobre todo, consideraba que tenía mucha importancia el paso de palomas en el mes de octubre cuando los cazadores acudían a su espera cobijándose en chozas hechas con ramas. La producción y las necesidades agrícolas se satisfacían, a mediados del siglo XIX, con la presencia de un molino de harina que sólo trabajaba en invierno.

La reducida cría de caballos y de ganado vacuno se acompañaba de la principal actividad productiva de esta zona: la explotación cerealística. A pesar de los índices positivos de principios del siglo XVI, la realidad es que los pequeños propietarios lograban unos rendimientos productivos muy limitados. Tal era así que, con gran frecuencia, sobrepasaban con dificultad los niveles de subsistencia. A pesar de la presencia de un Arca de Misericordia, destinada a resolver los problemas de abastecimiento y, sobre todo, de la guarda de grano para la siembra, frecuentemente los agricultores de Alaiza veían obligados a tener que entrar en la llamada “espiral del crédito”, es decir, a pedir préstamos pecuniarios o en especie para mantener sus pequeñas haciendas. Habitualmente, una de las soluciones más manidas desde el siglo XVI hasta el XIX se concretó en la fundación, con ayuda de particulares, de un Arca de Misericordia donde los vecinos de estas localidades iban incluyendo pequeñas porciones de trigo a fin de poder utilizarlas cuando se produjesen malas cosechas o catástrofes naturales. Dos parientes vecinos de Salvatierra, Juan y Miguel Sáez de Vicuña, disputaron ante los tribunales por el impago de las rentas de unas casas, huerta y corral situadas en el lugar de Alaiza (estipuladas en ciento veinte fanegas de trigo por seis años de arriendo) que acabó con la ejecución de los bienes cedidos. Este caso muestra claramente como los pagos en una zona agrícola, habitualmente, se efectuaban en especie.

 La relevancia de estos montes y bosques radicaba fundamentalmente en que, con el paso del tiempo, se fueron convirtiendo en la principal reserva de riqueza para hacer frente a los problemas financieros que, puntualmente, iban apareciendo en unas economías tan precarias. Andrea Navagiero en su viaje por España y Francia en 1528, después de bucolizar la imagen de Álava, afirmaba que “cada uno de los lugares que se ven desde Vittoria tiene su monte de encinas, que es común a todos los vecinos, y cortan la leña con medida para que cada cual tenga lo que le toca y no más: los árboles son muy iguales ... y parecen, no encinas, sino naranjos cultivados en un jardín, lo cual, además de ser útil, hace que el país sea bellísimo, y no parezca lleno de bosques sino de jardines”. Ahora bien, en ocasiones, ni estos recursos servían para afrontar las dificultades económicas que se les avecinaban.

El aprovechamiento de montes y bosques se presentaba como uno de los recursos más habituales en el equilibrio de estas economías de subsistencia. Un vecino de Alaiza, Juan Francisco Pérez de Mezquia, también recibió, junto al Concejo de Langarica, la acusación dirigida por el Concejo de Salvatierra sobre el apresamiento de ganado realizado por el de Alaiza en el despoblado de Abitona al ser estimada como un abuso a la sentencia arbitraria que los usufructuarios de este despoblado habían acordado y firmado en 1452. Por todo ello, una de las principales preocupaciones de las autoridades locales consistía en la defensa a ultranza de cualquier accidente que se pudiese producir en estos terrenos comunales. Los problemas sobre abusos cometidos contra los montes y bosques comunales de Alaiza y otras localidades se presentan como uno de los problemas o circunstancias más comunes en estos pueblos. A mediados del siglo XVIII, entre 1757 y 1762, el Procurador Síndico General de Salvatierra, Luis de Sorasu, en nombre del Concejo de esta Villa actuó contra el Concejo de Alaiza así como contra Francisco López de Mezquia, vecino de Alaiza, por la posesión y el aprovechamiento de los términos de Alaiza, Madura, Sarcacho, Arzufio, Zubidedarra, Amarigo y Zumalburu en base a las roturaciones ilegales que los vecinos de Alaiza habían efectuado en estos comunales y zonas de pastos. A fin de evitar algunas de estas penosas y costosas disputas, las propias localidades intentaban definir claramente cuáles eran las zonas de estos espacios de aprovechamiento comunal que correspondían a cada uno de los pueblos usufructuarios.

La iglesia parroquial de Alaiza está dedicada a Santa María o Asunción de Nuestra Señora. El templo cuenta con una estructura románica y un pórtico del siglo XIII. No debemos olvidar que desde las torres de las iglesias alavesas se media el tiempo y las actividades tanto del campo como de lo espiritual de los habitantes de estas localidades. Hasta la llegada y, sobre todo, profusión del uso de los relojes desde estos campanarios se iban indicando los fallas de cada día. Las actividades sociales más frecuentes de estas pequeñas localidades también se indicaban y medían mediante el tañido de las campanas de estas iglesias (nacimientos, funerales, llamadas a misa, toques de difuntos, etcétera). Por último y no menos importante, la presencia de elementos o situaciones peligrosas (incendios, tormentas, accidentes) se informaban a través de este metálico sonido. La torre de Alaiza es una construcción de sillería del siglo XVIII situada el suroeste del templo. Cuenta con tres vanos de los que surgen dos campanas. También contaba la Condesa de Aulnoy, en 1692, que al cuidado de los caminos se añadía el de “repicar sin cesar las campanas para indicar a los viajeros los lugares a que pueden retirarse en caso de que el tiempo empeore”.

El retablo, la Biblia de todos los oficios religiosos, el centro de las miradas de los feligreses, el espejo de la riqueza o de la austeridad de una u otra comunidad se presenta como uno de los ornamentos más relevantes de estas pequeñas iglesias. El retablo del altar mayor es barroco de fines del siglo XVII. La imagen de la Virgen que preside el retablo data de esta misma época y muestra ciertas semejanzas con la imagen de la Asunción de Ordoñana, atribuida a Juan de Mayora. Cuenta también con dos retablos laterales dedicados a San Sebastián (la imagen es del siglo XVII) y la Virgen del Rosario (de estilo neoclásico). En cuanto a la platería, quizás junto al retablo uno de los elementos más suntuarios de estas iglesias parroquiales y, sobre todo, uno de los elementos que más podía atraer el interés poco bondadoso de los ladrones o de las tropas que, sobre todo durante el siglo XIX, recorrieron las tierras alavesas. En Alaiza encontramos una custodia de plata junto a un copón y un relicario. Durante la guerra de la Independencia parece que se perdieron la cruz de plata y la custodia radiante regalada por el capitán Juan de Langarica.

En las cercanías de Alaiza también encontramos otros edificios importantes a la hora de entender la constante influencia de las creencias religiosas populares de los habitantes de estas localidades. No podemos nunca olvidar que estas ermitas eran unos lugares idóneos usados por contrabandistas, ladrones, gitanos, buhoneros, etcétera que buscaban refugio en ellas con fines bien dispares. Esto es, unos para huir de la justicia y otros para refugiarse de la acción de los malhechores. Quedan noticias de la ermita de Santiago del Llano, antigua parroquia del despoblado de Aba. En ella tuvieron sepultura del antiguo linaje de los Luzcando, como bien lo atestiguaba Esteban de Garibay a fines del siglo XVI.
 


Apartado biográfico

FERNÁNDEZ DE ALAIZA, Juan (Siglos XVI-XVII): Alcalde de Hermandad.
Natural de Alaiza. En las Juntas Generales celebradas en Vitoria el 15 de noviembre de 1590 se le confirmó en su empleo de Alcalde de la Hermandad de Iruraiz.

GONZÁLEZ DE ASPURU, Juan (Siglo XVII): Soldado.
Natural de Alaiza. El 18 de agosto de 1656 se encontraba enrolado en las tropas, cien infantes, que la Provincia de Álava se había obligado a entregar a Felipe IV para la campaña de Cataluña. Participó como soldado por la Hermandad de Barrundia.

LÓPEZ DE MEZQUIA, Martín (Siglos XVI-XVII): Coselete de alarde.
Natural de Alaiza. Participante en el alarde o reclutamiento de tropas efectuado en 1589 por Álava, a la edad de 23 años (con “pica y coselete entero con todas sus pieças”). Presentado como Coselete al alarde bajo el mando de Juan Ruiz de Audícana, Procurador de la Hermandad de Barrundia, junto a otros siete jóvenes.

RUIZ DE LANGARICA GARCÍA DE VICUÑA, Juan (Alaiza, 1645-Santiago de Guatemala, 1703): Militar e Indiano
El capitán Juan Ruiz de Langarica, caballero de la orden de Alcántara y alcalde ordinario de la ciudad de Santiago de Guatemala, donde murió en 1703, dejando en Alaiza una capellanía  de seis mil pesos de ocho reales. Era hijo de Pedro Ruiz de Langarica Sanz de Eguílaz y de Catalina García de Vicuña González de Alaiza respectivamente. Fue caballero de la orden de Alcántara desde 1695. También donó al mismo templo parroquial una cruz, una custodia y un servicio de altar, todo ello de plata.
 
Apartado documental: fuentes de archivo y bibliografía

 

Bibliografía

MADOZ, Pascual; Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus Posesiones de Ultramar. Madrid, 1845-1850.

MARTÍNEZ SALAZAR, Ángel: Presencia Alavesa en América y Filipinas (1700-1825). Vitoria, Diputación Foral de Álava, 1988.

ORTIZ DE ZÁRATE Y GALARRETA, Ramón: Compendio Foral de la Provincia de Álava. Vitoria, Diputación Foral de Álava, 1983.

OTSOA DE ALDA, Jabi y BREÑAS GONZÁLEZ DE ZÁRATE, Estibalitz: Antecedentes del Euskera en Álava. Vitoria, Geu, 2002.

PALACIOS MENDOZA, Victorino: Patrimonio arquitectónico en la Cuadrilla de Salvatierra: elementos menores. Salvatierra, Cuadrilla de Salvatierra, 2002.

PASTOR DÍAZ DE GARAYO, Ernesto: Salvatierra y la Llanada oriental alavesa, (siglos XIII-XV). Vitoria, Diputación Foral de Álava, 1986.
PORTILLA VITORIA, Micaela Josefa y alii, Catálogo Monumental de la Diócesis de Vitoria. Tomo IV. La Llanada Occidental. Vitoria, Caja de Ahorros Municipal de Vitoria, 1975.

POZUELO RODRÍGUEZ, Felipe: Documentación municipal de la Cuadrilla de Salvatierra: municipios de Asparrena y Zalduondo (1332-1520). Donostia, Eusko Ikaskuntza, 2001.

SANTOYO, Julio César, Viajeros por Álava (siglos XV a XVIII). Vitoria, Caja de Ahorros Municipal de Vitoria, 1972.

 

Fuentes de archivo

(A)rchivo (H)istórico (N)acional. Consejo de Castilla. Legajo nº 57. Expediente nº 2.
(A)rchivo de la (R)eal (CH)ancillería de (V)alladolid. Pleitos Civiles. Escribanía Zarandona y Balboa. Caja nº  3785/1.
ARCHV. Pleitos Civiles. Escribanía Zarandona y Balboa. Caja nº  3786/1.
ARCHV. Pleitos Civiles. Escribanía Taboada. Caja nº 650.
ARCHV.  Pleitos Civiles. Escribanía Moreno. Caja nº  260/8. Legajo nº 48.
(A)ctas de (J)untas (G)enerales de (Á)lava. Libro nº 17. Fols. 137r.-144r.
AJJGGA. Libro nº 15. Fol. 527r.-533r.
AJJGGA. Libro nº 7. Fol. 209v

Apartado histórico biográfico
Apartado histórico biográfico





Eremu Pribatua

 

Alaitza
Alaitza

 

Arrieta
Arrieta

 

Azilu
Acilu

 

Erentxun
Erentxun

 

Ezkerekotxa
ezkerekotza

 

Gauna
Gauna

 

Gazeo
Gazeo

 

Gereñu
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Jauregi
Jauregui

 

Langarika
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Trokoniz
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